Dar de lo que uno tiene – Esteban Mogas

Esteban fue voluntario durante seis meses en Roquetas de Mar, Almería. Durante este tiempo, entre otras cosas, se integró en el proyecto «Caminamos juntos» que impulsamos junto a Nakani. Durante su experiencia, escribió esta reflexión.

Me encuentro paseando tranquilamente por un pueblecito del Campo de Níjar, absorto en mis pensamientos. No llevo auriculares porque me gusta apreciar el silencio en esta zona del levante almeriense, repleta de invernaderos.

De pronto me cruzo con Bouaza, un alumno mío, que llega de trabajar. Son las cuatro de la tarde. Lleva la ropa manchada de arriba abajo, de haber estado todo el día trabajando en el campo. Agotado y en ayunas, me invita a entrar en su casa a tomar el té. Charlamos un rato y, antes de despedirnos, me regala una bolsa llena de berenjenas que él mismo ha recogido. Le agradezco el rato compartido y nos despedimos. Camino trescientos metros y me cruzo a Ouardia, otra alumna mía, que se encuentra en el portal de su casa junto a sus dos hijos y una amiga. Hablamos brevemente (lo que la barrera del idioma y cultural nos permite) y al igual que su compañero, me regala una bolsa llena de pepinos.

A la mañana siguiente, habiendo acabado la clase de español con un grupo de mujeres, se me acerca una de ellas y me ofrece un tupper con unos dulces marroquís caseros. Ésta pasó veinte años de su vida encerrada y controlada por su marido en casa. No le dejaron hacer secundaria, ni mucho menos recibir formación superior. Para ella, esta asociación en la que puede estudiar, ser atendida y acompañada, representa algo mucho más grande de lo que pueda uno llegar a imaginar.

Pocos días más tarde, dando una vuelta por el barrio de las doscientas viviendas de Roquetas, me cruzo a Amadou, amigo y alumno mío de la asociación. Está regateando con un vendedor ambulante tratando de comprar una camiseta. Observo la escena, y cuando acaban lo acompaño a una tienda cercana. Lo espero fuera vigilando su bici y, al salir, me regala espontáneamente un refresco.

Anoche, tomando un café con El Mahdi y su primo Karim, también amigos de la asociación, hablábamos entre otras cosas de la cultura y gastronomía de Marruecos. Al rato, noto que El Mahdi le dice algo en árabe a su primo, que se levanta como un resorte y desaparece del bar. Pasados unos minutos, vuelve con dos tuppers con dulces (bien muy preciado durante el Ramadán, dicho sea de paso) que me ofrece con una sonrisa de oreja a oreja.

Y, recordando estos encuentros, no puedo evitar que me evoquen a esa viuda del Evangelio, que dio de lo que tenía y no de lo que le sobraba:

“Muchos ricos echaban mucho dinero, pero en esto llegó una viuda pobre que echó en una de las arcas dos monedas de cobre de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: –Os aseguro que esta viuda pobre ha dado más que ninguno de los que echan dinero en el arca; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para su sustento.” (Mc 12, 41-44)

Lejos de querer idealizar estos pequeños-grandes gestos, lo cierto es que la genuina generosidad de muchas de las personas con las que he tenido la suerte de cruzarme en el camino estos meses no me deja indiferente, porque ofrecer y regalar esas berenjenas, pepinos, refrescos y dulces significa dar no solo de lo tienen y, tienen a su alcance, sino de lo que son.

Creo que a lo que se nos invita es precisamente a entregarnos desde nuestro ser, y no desde una proyección o ideal de lo creemos que debemos ser. Desde nuestra realidad concreta y cotidiana, encontrar la lucidez para darnos a los demás, con generosidad, espontaneidad y autenticidad.

Gracias una vez más a mis amigos almerienses por vuestra excelencia humana y por darme luz mediante vuestros gestos pequeños y anónimos.

Dar de lo que uno tiene – Esteban Mogas
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