Cuando el azúcar de comercio justo paga carreras universitarias

Pagarse una carrera no es fácil en Paraguay. Ni Olga, Alba o Heliodoro pudieron hacerlo. Los tres pasan de los cuarenta y son productores de caña en una pequeña ciudad del país, Arroyos y Esteros, que vive de la producción de azúcar. El panorama es diferente para sus hijos, que o bien ya están cursando educación superior o bien podrán hacerlo pronto. El mismo azúcar que a sus familias apenas les dio para una vida humilde es el que ahora paga carreras universitarias o el que está cambiando la vida del pueblo.

Todo cambió en 2005, cuando cientos de pequeños productores de caña unidos en la cooperativa Manduvirá consiguieron tener una fábrica propia y vender el azúcar libremente bajo el sistema de comercio justo.

«En Paraguay las grandes fábricas son propiedad de familias y llevan así desde hace décadas. El caso de Manduvirá es muy diferente, son pequeños productores unidos en una cooperativa». El ingeniero al mando de la fábrica de Manduvirá, Arnaldo Molina, resume el proyecto en apenas dos frases. El trabajo con entidades de comercio justo permite a Manduvirá pagar más a los productores que venden su caña y también abonar salarios más altos a sus trabajadores. El resultado es que el producto que los consumidores encuentran en sus estanterías suele ser más caro que el azúcar convencional. Y que Manduvirá se ha convertido en la tercera exportadora de azúcar de Paraguay.

Heliodoro Andrés tiene 52 años y su historia ilustra hasta qué punto el comercio justo ha influido en la vida del pueblo. Trabajaba como electricista en la fábrica más cercana y allí vendía la caña que salía de sus cinco hectáreas. Cuando conoció el proyecto de Manduvirá quiso sumarse. «Me gustó la idea de una fábrica que fuera de los productores porque donde yo estaba era todo del patrón, no había posibilidad de dar ninguna opinión. Aquí se puede ayudar desde adentro, es algo nuestro, nuestra cooperativa y nuestra fábrica, que mañana será de nuestros hijos», recuerda.

Ahora, además de ser socio productor, trabaja como electricista en Manduvirá. Su sueldo se ha triplicado respecto a su trabajo anterior y recibe más dinero por la caña. «Mi vida ha cambiado por tener un ingreso asegurado. Aquí se paga mejor y se trata mejor. Miro atrás y veo lo que he conseguido. Ahora tenemos una camioneta y dos motos, hemos mejorado la casa», dice rotundo. Su esposa y él ya tienen un ahorro escolar para pagar la universidad de su hijo mayor y este año empezarán a ahorrar para el segundo.

«Buscamos que los empleados se impliquen en lo que están haciendo, no queremos que sean indiferentes. Les enseñamos qué buscamos y para eso les capacitamos», apunta Arnaldo Molina.

De las 22.000 personas que viven en Arroyos y Esteros, 1.500 son socias de la cooperativa, que emplea a entre 200 y 300 trabajadores en función de la temporada. En total, estiman que el 60% de la actividad económica de la localidad y su entorno tiene que ver con Manduvirá.

Fue una huelga masiva la que permitió a los productores negociar con las empresas, primero los precios que se pagaban por la caña y, más tarde, el disponer de una fábrica propia que les liberara de ataduras. «Teníamos el sueño de cambiar esto, de tener nuestra fábrica y exportar nuestro azúcar. Nos pagaban incluso la mitad de lo que se pagaba en otros sitios. Nos dijeron que estábamos locos por intentar esto, pero lo conseguimos», recuerda satisfecho el gerente de Manduvirá, Andrés González. Para que la huelga pudiera sostenerse en el tiempo, los productores hicieron una caja de resistencia para mantener los más vulnerables durante las semanas sin ingresos.

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