El último Evangelio de Benedicto XVI

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El Papa se despedirá de los fieles con el texto de Jesús sobre la primacía del servicio frente a la tentación del poder

(Jesús Bastante).- El miércoles al mediodía, Benedicto XVI pronunciará sus últimas palabras públicas a los fieles. Lo hará desde la plaza de San Pedro, donde decenas de miles de fieles esperan despedirle entre aplausos, y con los oídos bien abiertos. El Papa, que ha medido los tiempos de forma milimétrica, también ha escogido este día para dar su mensaje final. Y lo hará con el Evangelio del día en la mano, con un mensaje rotundo: «El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo«.

El Evangelio de Mateo nos habla de cómo los doce discípulos, así como la madre de Juan y Santiago, piden a Jesús el mejor lugar junto a él en su gobierno. La respuesta del Maestro, como la que está dando ahora Ratzinger, da que pensar: «¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de be­ber?».

La fuerza del servicio frente a la dinámica de poder, que lamentablemente se ha instalado en los últimos años en el seno de la Curia. «No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por mu­chos«. Toda una llamada de atención a la Iglesia en su conjunto, y a los cardenales del Cónclave en particular. Todo un programa de Gobierno para el nuevo Papa.

No es la primera vez en estos días en que Benedicto XVI plantea la primacía del servicio, y de la colegialidad, dentro del primado de Pedro. De hecho, sus primeras palabras al ser elegido Papa fueron para presentarse como «humilde trabajador en la viña del Señor».

«La Iglesia somos todos», ha dicho en estos días Joseph Ratzinger. Durante la Misa del Miércoles de Ceniza, una vez anunciada su renuncia, afirmó que «pienso en particular en los golpes contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivamos la Cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades».

«No hay que mantener una conducta que busque la aprobación de los demás. Cuanto menos busquemos nuestra gloria personal, más nos acercaremos a Dios«, sostuvo esa tarde el Santo Padre, quien repitió palabras semejantes a la salida de los ejercicios espirituales de la Curia el pasado sábado, cuando advirtió a los cardenales de las tentaciones del «Maligno». «Oscuridad y suciedad. El mal trabaja para ensombrecer, para ensuciar la belleza de Dios», dijo entonces. Palabras muy parecidas a aquellas en las que denunciaba la «suciedad y la corrupción» en la Iglesia en aquel Via Crucis de 2005 previo a su elección papal.

Parece cada vez más claro que Benedicto XVI no ha elegido al azar las fechas de su renuncia. En plena Cuaresma, con un intenso llamado a la purificación en la Iglesia al reconocimiento de los pecados y a la humildad. Al servicio sereno y compartido, siguiendo el mandato de aquel pescador de Nazaret: «El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo». Quien tenga oídos, que oiga.

El último Evangelio de Benedicto XVI